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LO QUE TODAVÍA QUEDA

El progreso, al mismo tiempo que explica y ordena el pasado, instala en nuestra sociedad global un imperativo que diseña todas las posibles formas de vida que podemos tener. Es un constante llamado que señala el rumbo que debe tomar nuestra existencia, tanto en lo íntimo e individual como en lo social. Mientras que el mito del progreso se sostiene sobre la idea de que todo futuro puede ser mejor, y desde allí se justifica toda su praxis, para Sebastián es más importante tomar consciencia del presente como un mejor horizonte para generar sentido de vida, que posibilita otros rumbos y, como consecuencia, puede abrir otras formas de despliegue para la condición humana.

Es conocida la reflexión de que el progreso en ciencia y tecnología es acumulativo, pero en política y ética es cíclico. Esto ha generado históricamente una tensión casi contradictoria, en la que el motor que moviliza un lado es el fracaso o la insuficiencia del otro. Sin embargo, frente a esto la posición de Sebastián no es regresionista, no es un artista anti ciencia, anti tecnología, anti proyección. Es un artista que pretende abrir preguntas donde el sentido común ya nos ha dictado respuestas, que aspira a problematizar los ritmos de vida que el progreso ha fabricado y las consecuencias que trae y traerá de no ser alterado.

Lo que todavía queda es una exposición que reúne los conjuntos de procesos plásticos más recientes del artista, y que tienen en común una mirada analítica sobre la relación que el progreso tiene con el entorno. En un material como el concreto, transversal en toda la muestra, Sebastián encuentra el signo de una relación de dominio que ejerce nuestro mundo sobre el paisaje natural, encuentra un medio que encarna al progreso. Pero en sus obras el concreto encarna también el lugar de la ruina, de la fragilidad, de la huella que evidencia la contradicción intrínseca que tiene el ritmo de vida que estamos llevando actualmente. A su vez, el agua es nombrada e invocada en todas las piezas, y lo que para Sebastián es el medio de la vida, en la muestra ocupa el lugar que contrasta con la aridez de todas las piezas, con la muerte que prometen.

Aun así, las ideas creativas de Sebastián no son apocalípticas, no estamos viendo, al ver su obra, un reflejo pesimista de lo que seremos en el futuro. Esta exposición, más bien, tiene un tono reflexivo y es una interpretación de lo que somos hoy, de cómo estamos ahora. Posar nuestra atención en todo lo que perderemos no ha sido suficiente para que el mundo se transforme, más bien, nos ha anestesiado, y fijarnos únicamente en lo que ya perdimos produce principalmente una sensación de culpa y derrota, que movilizan muy poco. Pero percatarse de lo que todavía queda, de lo que ha sobrevivido y aún se puede cuidar, de lo que somos y en lo que nos convertimos cuando aprendemos a relacionarnos de manera distinta con nuestro entorno, es la apuesta que hace el artista y a la que nos invita su exposición.

Jhonatan A. Arenas Z.